Margarana es una historia que encierra muchas otras historias interesantes y todas ellas vividas. Es una novela breve que parte de la inquietud de la protagonista de ir guardando en su bolsa de tela blanca cada año que termina. Cuando finaliza, lo estruja y lo guarda y cada tanto lo saca y lo recuerda. Y ése es el libro, en su transcurso se van sucediendo diversas anécdotas relacionadas con estos recuerdos, todas ellos muy interesantes, especialmente porque están relacionados con lo acontecido.
De pronto estamos ante guerras y trifulcas, o ante una planta raquítica (peral), pero será ese frutal el motivo sobre el cual girará la obra y los innumerables recuerdos, porque desde el peral rebosante del pasado hasta el flaco y desguarnecido del presente, habrá transcurrido el tiempo de los recuerdos de Morgarana. Un pueblo repleto de gente y animales, un maestro que les contaba historias de duendes, magos y dragones, que ella transformaba todo el tiempo, la madre –gritona como cantante de ópera- y una vieja muy fea que se llamaba Javiera, que vivía en ese pueblo. Javiera tenía un burro, un gato y una vaca y vivía gritándole al peral porque no le daba peras. Con ella escuchó muchas historias hermosas y otras tremebundas, también tuvo miedo, extrañó a su madre, escuchó las fabulaciones más extraordinarias y disparatadas hasta que al sacar otro papelito pudo ver otra historia que comenzó a enredar el camino de sus vidas porque ‘de sus historias, de todas las historias que como siempre nunca terminan, que como siempre, no hacen más que volver a comenzar’, demostrando el carácter cíclico, el círculo infinito de nuestras vidas.
De pronto estamos ante guerras y trifulcas, o ante una planta raquítica (peral), pero será ese frutal el motivo sobre el cual girará la obra y los innumerables recuerdos, porque desde el peral rebosante del pasado hasta el flaco y desguarnecido del presente, habrá transcurrido el tiempo de los recuerdos de Morgarana. Un pueblo repleto de gente y animales, un maestro que les contaba historias de duendes, magos y dragones, que ella transformaba todo el tiempo, la madre –gritona como cantante de ópera- y una vieja muy fea que se llamaba Javiera, que vivía en ese pueblo. Javiera tenía un burro, un gato y una vaca y vivía gritándole al peral porque no le daba peras. Con ella escuchó muchas historias hermosas y otras tremebundas, también tuvo miedo, extrañó a su madre, escuchó las fabulaciones más extraordinarias y disparatadas hasta que al sacar otro papelito pudo ver otra historia que comenzó a enredar el camino de sus vidas porque ‘de sus historias, de todas las historias que como siempre nunca terminan, que como siempre, no hacen más que volver a comenzar’, demostrando el carácter cíclico, el círculo infinito de nuestras vidas.
Prof. Mg. María Luisa Miretti
Directora Maestría en Literatura para niños
Facultad de Humanidades y Artes
Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Directora Maestría en Literatura para niños
Facultad de Humanidades y Artes
Universidad Nacional de Rosario (UNR).