Un hombre simple, sentado sólo en una silla pequeña. Una mesa pequeña, un anotador, un lápiz. No se mueve. Pasa el tiempo y no se mueve. Silencio. Espera. No se mueve. Sólo respira o parpadea. Pasa el tiempo. Los espectadores comienzan a inquietarse. El hombre no se mueve. Lleva un saco marrón o gris. Una camisa blanca. Un pantalón común. Mira. No se mueve. Pasa el tiempo. Une el pulgar y el dedo índice de la mano derecha. Despacio. El resto del cuerpo no se mueve. Repite el movimiento con los otros dedos.
Pasa el tiempo. No se mueve. Arroja el brazo izquierdo hacia atrás. Se cubre. Gira la cabeza. Se cubre. La mano derecha mantiene su movimiento. Vuelve la cabeza y el brazo. Mira. Toma el lápiz con la mano izquierda. Despacio. Escribe en el aire. La mano derecha mantiene su movimiento. Silencio. Mira a los espectadores. Habla.
Tengo dos ojos, pies, riñones, dedos, piel, cabeza, columna, paladar. Todo aquello que es único justo en el medio y lo que es doble se repite a ambos lados del cuerpo. Soy simétrico. Visto de perfil el diseño se entorpece y nada se corresponde con nada. Por debajo de la piel tampoco, hay un solo corazón hacia el lado izquierdo y un hígado, intestinos y el apéndice que para qué ¿eh?, para qué.
Se levanta. Se mueve rápido. Su cuerpo rápido. Camina. Habla rápido.
Aún así es sorprendente que el ombligo, la boca, los órganos genitales, la lengua, la nariz, el ceño, la raya del culo, formen una línea recta, un eje axial, y que el centro sea hueco, que no haya nada, y que en conjunto mi carne, grasa, sangre, venas, nervios, esqueleto y todos los sistemas reproductor, digestivo, los jugos gástricos, las excrecencias– todo eso, en conjunto, forme un tubo y en el medio nada, así nomás, nada de nada… Si la arquitectura de este cuerpo fuese perfecta, ese tubo sería una línea recta, pero no, porque esa línea de nada que me atraviesa de parte a parte, esa pequeña muerte, ese tiempo detenido, esa oscuridad mía en el exacto eje exacto de la sombra, este silencio interior, este centro, se ramifica, se detiene, se enrolla, salta, se liga, se ata, se desata, es ágil, es atlas, como un árbol de Porfirio, como la lengua de Marie, como la rue de Sulpice, como el Sena, donde nace, el Se-na, na-ce, corto las palabras, me van a matar…
Se detiene.
Mi personaje es un sueño aún. No tiene cuerpo, no soporta el cuerpo. Yo lo recreo a partir del cuerpo. Ustedes ahora me prestan dos manos, piernas, brazos, tronco, cuello y lo armamos acá. No más de un estómago, por favor, entiendo que su amabilidad, pero no más de uno porque entonces -y claro- con el objeto de impresionar a las damas algún caballero dirá –pero yo –no-por favor-no- porque es un personaje real ¿Y por qué no dos estómagos? por qué no ¿eh?- ¿Qué es eso de real – qué es eso – aquí en un espacio de ficción? no se meta con la historia –amigo- no es su lugar. Usted trabaja con un ideal de cuerpo –vea- y ese ideal no sirve, porque las mujeres, por ejemplo, tienen una teta más grande que la otra y tres agujeros entre las piernas. El cuerpo cambia con el tiempo. Es el caso de mi primo al que le falta un testículo, mayonesa dietética le dicen a mi primo, perdió un testículo en un accidente. Como Hitler que dicen tenía un solo testículo. El cuerpo cambia. Qué complejo es el tiempo y sin embargo que sencillo. Esta mano de aquí que parece siempre la misma – ha sido pequeña, regordeta, simpática, morena, pálida; será con los años amarillenta, fláccida, débil. Ninguno de nosotros puede decirse terminado, completo, no tenemos esa suerte. Estamos cambiando ahora. Mi personaje sí lo es. Él no lo sabe, pero está terminado. Como el testículo de mi primo será para siempre el testículo que falta. El testículo ausente. En cambio el otro, a pesar de los cuidados de mi primo, a pesar de que le hablará, le pasará pomadas, lo observará en el espejo, con cierta angustia, lo observará detenidamente frente al espejo; no tiene la suerte del primero.
Mira a los espectadores Está incómodo. Lleva las manos a los bolsillos. Esta posición no le satisface. Prueba otra posición. Prueba otra posición. Mira a los espectadores. Dice: […]
Mi personaje es como una música cuya ejecución ha concluido.
Se detiene. Parece satisfecho. Repite. Mira. Repite.
Mi personaje es como una música cuya ejecución ha concluido.
Se sienta.
Mi personaje… como una música… ha concluido… ejecución.
Mira. Silencio. Mira.
Cada nota en la partitura –las dominantes y las otras- sus recuerdos, sus miedos, los fantasmas de París, un solsticio, el olor de la primavera en Artois, las caricias de Elizabeth, la lengua de Marie, una tarde de verano, una flor, la sombra de una flor, pero el horror Mon Dieu, el horror qué belleza, la belleza del horror, un soleil du sud lie l´os nu, cada nota se corresponde con otra en la armonía de lo que es mi personaje, ahora que es uno, ahora que no puede saberlo… ¿Qué genio sería capaz de escribir esa partitura? Escuchar esa música y saberlo, traerlo aquí, el eco de la belleza de esa música. Como una gota que cae en un estanque. Como el silencio que queda después. Cómo podría al hacerlo no hablar de sí mismo. Atravesar los puentes como si fuera tan natural que los ejes que atraviesan la ciudad, el curso del Sena, la rue Saint-Martin, la rue Saint-Jacques, el punto cero frente a Notre Dame que sirve para medir las distancias que van del campo a la ciudad, como si fuera tan natural pasar al otro lado, pensar qué hay por debajo de la piel de la ciudad. No es un gran hombre, apenas un hombre simple, un campesino. Un hombre malo, infame, torpe, sucio, algo vil, torpe, miserable. No cambia la historia de Francia. Desafina. Es tan poco importante que apenas vale la pena que me escuchen ustedes, por favor, si quieren retirarse ahora, por favor. (Ni siquiera los fragmentos escabrosos, la tortura, la muerte como teatro, el cuerpo como teatro de la muerte, los gritos de dolor prolongándose por las calles de París, madame Pompadour, Eróstrato, la guerra, todo eso, no me detendré demasiado en esos pasajes, lo lamento, no me interesa, lo lamento mucho).
Triste. Se levanta. Cambia la mesa de lugar. Cambia la silla de lugar. Se sienta. Cambia la mesa de lugar. Cambia la silla de lugar. Se sienta.
Me obsesionaba la idea de un recuerdo para llevar a la muerte. Sentado en el café de París, la turista que viaja en monopatín, la sombra de una flor, el sol causa las sombras y las flores me dice Molly, y le pregunto qué es el sol, odio el sol, me dice ella, porque hace crecer, y le pregunto qué es el sol.
Repite el primer gesto de la mano derecha.
Y me dice aquello de las luces de los camiones, luces de camiones todas juntas, me dice Molly que tiene apenas ocho años y yo que odio las autopistas: deberíamos matar al sol.
* Premio Estímulo 2006 Festival “De las Sombras a la luz”, Rosario 2006. III Festival Internacional de Teatro Íntimo, Mérida, México, Marzo 2005. Espectáculo Seleccionado para la Fiesta Provincial 2006. Primera Mención, Fiesta Provincial del Teatro de la provincia de Buenos Aires, 2006. Seleccionado XXII FIESTA NACIONAL DE TEATRO 2007, La Rioja. II Festival Internacional de Teatro de Investigación, Ciudad real, España, Mayo 2007. II Festival de Teatro x la Justicia, 2010. Festival Dupla-Via, Belo Horizonte, Brasil. Damiens ha realizado funciones en Francia, Bélgica, España, Brasil, Uruguay, Chile, Perú, México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica.