Cuando Teseo partió en dos al minotauro, descubrió, entre las retorcidas tripas de la bestia, una criatura diminuta que se parecía en todo a un pequeño minotauro. El asombro no lo dejó reaccionar y antes de que pudiera defenderse el pequeño minotauro le saltó a la cara y se introdujo raudamente por su nariz. De modo que ahora Teseo tiene un minotauro que habita en el laberinto de sus entrañas. Cada nueve años se come siete muchachos y siete doncellas para aplacar su hambre feroz.
Es un secreto que ninguna mitología ha develado.