Hace tiempo (justamente) venía con ganas de escribir algo sobre Dark. Hay dos
aspectos de la serie que me parecen interesantes. Sobre el primero, la
naturaleza de las teorías del tiempo que subyacen a la fabula, pienso hablar en
otro posteo. El segundo, al que me voy a referir a continuación, compete a los
mecanismos narrativos de la serie, su núcleo ideológico. Aquello de lo que en
verdad se habla.
Lo que sigue contiene inevitablemente spoilers, aunque no sé si
en este caso eso es necesariamente malo, dada la complejidad de la trama.
Empecemos por preguntarnos qué lazos establece Dark con otros mundos
ficcionales, con qué otras series, películas o novelas dialoga. Si al comienzo
se la emparentó fallidamente con Strange Things, al final de la tercera
temporada queda claro que su referente ineludible es Lost. El procedimiento
distintivo de la antológica serie de Damon Lindelof y J.J. Abrahams eran los
flashbacks (más tarde flashforwards y flashsideways) por el que se nos permitía
reconstruir la historia de los personajes y sus relaciones fuera de la isla. Esa
lógica de rompecabezas está presente también en Dark, con la excepción de que
los flashbacks no son tales, dado que presente, pasado y futuro conviven
simultáneamente. Sabemos lo que ha pasado o pasará porque está pasando ahora. Por si ello no bastara aquí también hay una sustancia negra de origen
indefinido, un paraje aislado en el que se acumulan los misterios, sociedades
secretas, golpes de efecto, romances y un final absolutamente decepcionante.
El
otro ilustre antecesor de Dark, por sorprendente que parezca, es la trilogía
Volver al Futuro (que en cuanto a ficciones audiovisuales sobre viajes
temporales, no ha podido aún ser superada). Allá como acá los viajes en el
tiempo son solo una excusa para hablar de las relaciones familiares, que del
mito de Edipo a esta parte son la única paradoja temporal que verdaderamente nos
interpela. Más allá del tiempo universal, metafísico, del tiempo matemático de
los relojes, del cambio del clima y las estaciones, la evidencia más palpable y
humana de nuestro viaje diario a través de las horas, es el hecho de que
crecemos, el hecho de que no somos lo que alguna vez fuimos ni mucho menos lo
que seremos. Nuestros padres y nuestros hijos son la única evidencia palpable,
real, verdadera de esos otros que seré o he sido. Y eso es de lo que en verdad
se trata en Dark (y también en Volver al Futuro, con un resultado muy superior,
claro). Del conflicto inter-generacional. De la incapacidad de la juventud para
comprender a una edad media que se las apaña como puede para lidiar con el
apocalipsis del que son en parte culpables. De la imposibilidad de esos hombres
y mujeres de treinta y pico para perdonar a aquella generación en retirada que
como ellos ahora han hecho lo que han podido para evitar el desastre. Ya se
sabe: pandemias, crisis económicas globales, desastres ambientales ¿Cómo no
culparlos?
No es casual que la serie se ubique en un pueblo perdido de Alemania,
corazón europeo de la catástrofe neoliberal. A fin de cuentas, la trama
cientificista y metafísica no es más que una gigantesca excusa para demostrar
que una persona nunca es la misma persona cuando se la considera en tres
momentos diferentes de su vida y que aquello que en un momento censurábamos se vuelve de pronto aceptable. En Volver al Futuro, encontrarse con uno mismo
podía llevar a la destrucción del espacio tiempo. En Dark es uno de los recursos
más atractivos de la historia. En rigor el procedimiento ya había sido utilizado
múltiples veces, en la literatura, el cine y el teatro. En la obra teatral Tres
mujeres altas de Edward Albee, por ejemplo, o en el cuento El otro de Borges. Aunque en
esa obra y en ese cuento los autores no sintieron la necesidad de justificar el
encuentro apelando al bosón de Higgs o al átomo de Cesio.
Porque lo que desilusiona del
final, no es tanto la remisión de un argumento de ribetes metafísicos, al drama
personal de un padre y un hijo (a fin de cuentas eso es justamente la historia
universal para el catolicismo), sino lo anodino de ese drama. Lo torpe de la
resolución. No sé si Dark es una serie tan buena como para creer que el guión
contiene en verdad una trampa, pero uno se siente tentado de pensar que así es.
Cuando al final se nos revela la existencia de un tercer mundo, ello nos parece
absolutamente lógico, puesto que el tres es el número rector de la trama: tres
edades, tres épocas, treinta y tres años entre una y otra. Lo que no resulta verosímil es que ese
mundo sea justamente el verdadero, el original, el que dio principio a los otros
dos. Tampoco es entendible que Claudia le diga a Adam que luego de haber
repetido infinitas veces un mismo ciclo (en verdad aquí hay un error, pues la
repetición implica un observador externo, con un tiempo externo, que sea
consciente de esa repetición; dentro del universo de los personajes de Dark todo
ha sucedido una sola vez, de manera simultánea) está teniendo al fin una
conversación novedosa. Lo que uno intuye es que en verdad el sacrificio de
Martha y Jonás (Eva y Adán) es uno de tantos finales posibles en uno de tantos
universos posibles, en algunos de los cuales Tannhauss nunca discute con su hijo
y en otros de los cuales el apocalipsis sucede en Australia y en otros es
causado por una ingesta mundial de queso.
En uno de esos tantos universos Dark
es solo una serie de televisión y hay una pandemia allá afuera y alguien en un
remoto país de un remoto continente se anima a escribir estas palabras… No sea
cosa que…