A medio camino entre el deporte y el espectáculo puro, mezcla rara de teatro, circo y clown, la lucha libre profesional nace de la mano de los espectáculos ambulantes del siglo XIX que con sus enormes caravanas iban y venían de pueblo en pueblo. Ya en el siglo XX, la lucha se ha transformado en uno de los espectáculos escénicos más populares del mundo, con auténticas leyendas como nuestros Titanes en el Ring o el internacionalmente conocido El Santo (el enmascarado de plata). Pero ¿y qué tiene esto que ver con la ciencia? También en la antigua arena del conocimiento se libran furibundas batallas, entre sabios, filósofos y científicos, entre conceptos y teorías, entre modos de hacer ciencia o de comunicarla, por no olvidarnos de la milenaria batalla entre el prejuicio y el conocimiento auténtico, entre la experiencia del día a día y aquél saber especializado que nos asegura que la tierra gira en torno al sol y que es sólo un minúsculo puntito en un espacio infinitamente grande que nuestra imaginación apenas alcanza a concebir.
Los espectadores verán entonces caídas, porrazos y volteretas cuando en realidad asistirán a encendidas discusiones en universidades y en laboratorios, utilizando complicados instrumentos tecnológicos, colosales experimentos, cartas y artículos especializados que se discuten y contestan unos con otros. Pero como es muchísimo más divertido ver caídas, porrazos y volteretas, se verán caídas, porrazos y volteretas.