La única realidad es la realidad. La Proyección de la historia en los monólogos de Tato Bores

Nos gustaría partir de una intuición y de una inquietud. La intuición es que el discurso humorístico, y específicamente el dispositivo del humor político, constituye un campo privilegiado para el estudio de lo ideológico, dado que siendo su referente no un evento sino la lectura que de ese evento han realizado diarios, televisión y revistas, resulta más fácil distinguir en él las operaciones ideológicas que lo constituyen. Lo cual no quiere decir en absoluto que el humor sea más o menos “ideológico” que cualquier otro discurso. 

La inquietud se relaciona con el enunciado que da título a este trabajo. Quiere aludir, humorísticamente, a una frase pronunciada por Perón, devenida en máxima peronista y consigna de batalla. El enunciado en cuestión (“la única verdad es la realidad”) es retomado en más de una oportunidad por quien fuera un referente ineludible del humor político en la Argentina, durante más de treinta años. Pero la inquietud no alude a la máxima peronista en sí, sino a otro enunciado repetido por Tato Bores, el cómico al que nos referimos, en sus monólogos, generalmente al comienzo. El personaje en cuestión – un representante de la clase media liberal, inquieto, algo ingenuo, por momentos extremadamente lúcido, que tiene acceso privilegiado a todos aquellos lugares donde se juega, de un modo u otro, la política argentina – dice salir, una y otra vez “en busca de la realidad nacional”. 

Esta búsqueda singular inaugura un efecto de memoria que alude tangencialmente a la frase de Perón, por un lado, pronunciada, recordemos, en relación a las críticas recibidas a su gestión; por otra parte, a la pretensión del discurso de los medios de tener por referente lo real. Pretensión cuyo mecanismo ideológico consiste, como todo mecanismo ideológico, en borrar las condiciones de producción de ese discurso, en hacer aparecer la noticia como lo inmediato real, lo verdadero (recordemos aquél otro enunciado mediático: “toda la verdad, y nada más que la verdad”). No sería extraño que un humorista retomara textualmente una consigna para hacerla aparecer, por virtud del contexto, como ridícula: es lo que Laurent Perrin ha llamado ironía por exageración . La ironía por exageración es el procedimiento por excelencia del humor político, dado que toma la palabra del otro, generalmente el “político”, y casi sin desvirtuarla, la coloca en el campo del humor, tornándola objeto de burla. 

Pero las cosas no son tan simples. Ya sólo por el hecho de que el enunciado en cuestión, no está tomado textualmente. No es como si Tato dijera: “salgo en busca de la verdad, y nada más que la verdad”, no hay esa clase de ironía aquí. Por lo que parece, el humorista no se mete con el estatuto de verdad que pretenden poseer los medios. Lo que el enunciador critica es justamente aquellas noticias que éstos presentan, sin detenerse a cuestionar por qué, cómo y de qué forma las presentan . En el siguiente fragmento de un monólogo de 1992: “Lo siento Tato, esta es la realidad, si le gusta bien y si no, vaya a quejarse a serrucho…” o en el siguiente del último monólogo del ciclo Tato de América, también 1992: “Y aquí vale la pena que les diga algo: hace treinta años que yo hago esta morisqueta y hace treinta años que oigo que el país se hunde. ¡Pero lo más increíble es que es cierto! Hace treinta años que el país se hunde” lo que produce el efecto gracioso, lo que se presupone, el acuerdo ideológico común con el que el público debería acordar para poder reír o -en el más extremo de los casos- entristecerse con estos chistes, es que existe por un lado una “realidad nacional” tal y como el cómico la presenta, y que en una lectura diacrónica esa realidad es siempre la misma, que el país, indefectiblemente, se hunde. LEER MÁS

*"La única realidad es la realidad. La proyección de la historia en los monólogos de Tato Bores" fue publicado en Vázquez Villanueva, Graciana comp. Memorias del Bicentenario: discursos e ideologías. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2010.