¿Quién es Boogie el aceitoso? El personaje se nos resbala de entre las manos. Indagar en sus orígenes –como casi cualquier indagación– puede ser peligroso. A la pregunta “¿Por qué lo llaman el aceitoso? –realizada por un psicoanalista, responde con un disparo. “Era una pregunta policial, mary”–explica (A veces me siento como un pequeño niño solo). Y esa será la última vez que acuda al psicoanalista. De hecho resulta bastante llamativo que en las más de 450 tiras que lo tienen por protagonista ningún personaje se repite. Boogie no tiene pasado. No permite que nada salga a la luz de su pasado –como lo demuestra en el momento en que le dispara a una vieja vecina de la infancia: “sabía demasiado” sentencia y demuestra de paso que la consigna “saber es poder” la tiene bien aprendida (Pasteles de nata con fresas). Y aunque –dicho por otros– hace cualquier cosa por dinero, sabemos también que no lo hace solo por dinero. Lo que hay en Boogie, por ante todas las cosas, es una suerte de superioridad amoral. No habría reparos para incluirlo en el gabinete de los cínicos donde Peter Sloterdijk ubica a Diógenes, al Mefistófeles de Goethe y al Gran Inquisidor de Dostoievsky. Un poco como Diógenes, Boogie deambula, como aquel es de los que además de ladrar muerde y por si fuera poco, parece empeñado en demostrar que el dicho “perro que ladra no muerde” es una tontería. Boogie es un pedagogo. No tiene reparos en enterrarle un tenedor en la mano a Lena, una intelectual que habla sobre la violencia mientras le roba unas papas fritas del plato, para enseñarle que “una de las principales causas de la violencia es que algunas personas quieren quitarles la comida a otras personas” (¿Por qué Beirut?). En “No alteremos los valores” tortura a un vecino para demostrarle que la verdadera violencia es esa: “la del dolor físico”. Es un argumento irrefutable frente al discurso progresista del vecino: “¿No es acaso violencia la desocupación? ¿no es violencia el smog, el aire sucio y asesino de esta ciudad?” Pero no. “No alteremos los valores” –dice Boogie– “Lo otro es intelectualización. Es una violencia... platónica, digamos”. Y lo dice mientras le destroza el dedo con la pinza que ha venido a pedirle prestada. ¿Contra qué chocan los argumentos de los otros? Contra lo real, nada más y nada menos. Como en cualquier cínico hay en Boogie un realismo exacerbado que se alza de forma desmedida contra la tontería. LEER MÁS
*"Boogie en el Golgo" fue publicado en Actas del IV Congreso Internacional de Letras. Transformaciones culturales. Debates de la teoría, de la crítica y la lingüística en el Bicentenario. 22 al 27 de noviembre de 2010. FFyL, UBA. Buenos Aires, Argentina.